Portugal.
Dos adultos, un niño, una adolescente y tres perros recorriendo Lisboa y alrededores.
No os hacéis una idea de lo complicado que es moverse con tres perros de vacaciones, las ciudades no están muy bien preparadas y los sitios turísticos se convierten en una odisea, de ahí que siempre intentemos evitar urbes y tiramos hacia monte o playa.
Teníamos pendiente una visita a Lisboa así que buscamos una casa cerca de la costa para que los perros se pudieran desahogar.
En general, Portugal es un buen sitio para visitar con perros, pero las calles estrechas de sus ciudades y la cantidad de turismo de Lisboa en concreto, no ayudan cuando llevas tres fieras de tamaño medio. Aun así, nos desenvolvimos bastante bien y nos turnamos para entrar en sitios donde los perros no podían.
El día que teníamos pensado visitar Sintra amaneció súper nublado y lluvioso. Aun así, decidimos ir y probar suerte en el pozo iniciatico, que era una de las cosas que más ganas teníamos de visitar, no teníamos claro si podríamos entrar con los perros, y al final no fue posible, así que decidimos hacer una pequeña ruta por el exterior hasta el Castelo dos Mouros.
Después de la caminata, decidimos volver a Lisboa a ver LxFactory, un complejo industrial reconvertido en espacio artístico bastante interesante. Por suerte el día nos dio una tregua y la lluvia cesó.
El día siguiente amaneció soleado y decidimos ir a Praia das Maças para allí coger el tranvía que lleva hasta Sintra. Como no sabíamos los horarios, llegamos demasiado pronto y aprovechamos para ir a Cabo da Roca, el punto más occidental del continente europeo. Por supuesto, los perros no podían subir al tranvía así que me tocó ir de coche escoba. Después fuimos a visitar el punto más turístico de Lisboa, la Torre de Belém.
Llegados a este punto, hay una cosa interesante que deberíais saber sobre nosotros y es nuestra inexplicable virtud para llegar a casi todos los sitios turísticos que visitamos a la hora del cierre, lo cual añadido al hecho de viajar siempre con nuestros peludos nos lleva a ser expertos turistas de exteriores. No tenemos claro si se debe a nuestra fobia habitual a las multitudes o a nuestra tendencia a ir a la contra de la gente, pero es nuestra pequeña gran virtud que nos lleva a descubrir otras zonas menos exploradas de los lugares que visitamos.
Nuestro penúltimo día fue un habitual en nuestros viajes, coger el coche, la carretera más cercana a la costa y hacer kilómetros parando allá donde nos apetezca. Llegamos hasta Peniche y fuimos visitando playas y pueblos de vuelta a Magoito para ver el atardecer.
En nuestro último día antes de volver, decidimos pasar la mañana en las playas de Costa Caparica y cruzar a Lisboa en Ferry para comer y pasar la tarde callejeando un poco más. En la mayoría de recintos, museos, etc. como es lógico, está prohibida la entrada de perros (y digo perros, no perro o perrito como se suele ver en las guías turísticas para viajar con perro. Los que tenemos más de dos perros y encima, de tamaño mediano-grande cito, estamos un poquito hartos de ver promocionar sitios “dog-friendly” que a la hora de la verdad, no lo son). En Lisboa, por lo menos, se puede viajar en metro (con correa de menos de 1 metro) aunque no se puede montar en los tranvías. También se puede coger el ferry que cruza el Tajo desde Almada, eso si, cada perro paga un pasaje. Así que allí que nos fuimos, tuvimos que sacar siete pases y volver loco al hombre de las canceladoras, pero lo logramos.
De vuelta a Bilbao, decidimos hacer una parada en Salamanca para comer, lo que no resultó ser la mejor decisión cuando viajas con una persona ovolactovegetariana… Aunque al final pudimos conseguir algo de comida “apta”, unas fotos monumentales y proseguir nuestro viaje de vuelta.